LA APICULTURA

En nuestro entorno rural podemos observar multitud de árboles y de plantas que en determinadas épocas del año se cubren de flores, que son la principal fuente de aprovisionamiento de néctar por las abejas, aunque en ocasiones lo recogen de las partes verdes de las plantas donde no las hay, es el denominado néctar extra floral. Toda esa cantidad de líquido azucarado sencillamente se evapora si no es recogido, pues existe una continua renovación en su producción, si las condiciones de humedad del ambiente y en la tierra son adecuadas.

Aprovechar esos recursos dio origen a una rama específica de la ganadería que se denomina Apicultura que se define como " Conjunto de conocimientos que tratan del cultivo de las abejas ".

He señalado en primer lugar por considerarlo principal la existencia de floraciones apropiadas en el lugar donde vamos a asentar nuestro colmenar, sea de forma prolongada en el tiempo, cuando se trata de practicar apicultura estante o bien de forma temporal al practicar la trashumancia.

En nuestro caso trabajamos con abejas negras de cepas que han vivido durante muchos años en colmenares estantes con muy pocas posibilidades de hibridación con otras estirpes de sitios alejados, pero puede ser por otro lado lo contrario: estirpes fuertemente hibridadas por realizarse fecundaciones entre colonias llevadas y juntadas temporalmente para aprovechar determinado pasto. En cualquier caso abejas adaptadas a su medio, poblando colonias fuertes, que son las únicas capaces de producir cosechas importantes.

Las colonias se situaran donde encuentren los recursos fácilmente y con abundancia, albergadas en colmenas bien diseñadas, cuidando al máximo las condiciones de vida del interior, conduciendo todo ello a la producción de un sobrante en alguno o varios de los productos que el colmenar proporciona, aunque las cosechas de miel y de polen son en general las de mayor importancia económica por su volumen de cosecha.

Existe una gran diferencia entre las colonias alojadas en huecos naturales o colmenas rústicas y otras que están en colmenas movilistas, en estas el apicultor ejecuta una serie de manejos y utiliza varios elementos materiales que son instrumentos que mejoran las condiciones productivas naturales de las colonias, basándonos en el hecho indiscutible de que las abejas no solo trabajan para procurarse su sostenimiento diario, sino muy al contrario constituyen una reserva para ser utilizada en aquellas épocas donde las condiciones del clima no les permiten salir al campo, tal es su afán de recoger que almacenan muy por encima de sus necesidades de consumo, pero no por ello dejaran de recoger, ni por tener alimento en abundancia consumirán más, lo que tiene como consecuencia última el disponer de un sobrante de lo que son sus necesidades de supervivencia que es la parte que cosechamos.

Se trata de llevar una apicultura activa, que implica exámenes periódicos de las colonias, para detectar posibles deficiencias e intervenir subsanándolas, dar los tratamientos convenientes preventivos de las enfermedades comunes que los necesiten y finalmente cosechar las producciones, todo lo cual equivale en cierto modo a dirigir el colmenar, pero sin apartarnos demasiado de las pautas naturales de comportamiento de las abejas. Diferenciamos esta apicultura de aquella pasiva que solo necesita de simples colmenas construidas con unas tablas clavadas por los cantos, y cuya práctica habitual consiste en recoger los enjambres naturales, los que sirven para reponer las bajas del año anterior y cosechar la miel realizando una corta de panales y liberándola por estrujado, siendo el manejo en ocasiones tan deficiente que para realizar la cosecha se recurre a la asfixia de las colonias.